lunes, 19 de febrero de 2018

Por qué debería preocuparte la absolución de la ex cúpula de Abengoa


La falta de ética por parte de los directivos tiene consecuencias negativas para la sociedad
Por: Cástor Casas Benedicto


Felipe Benjumea y Manuel Sánchez. Fuente: publico.es
El pasado 12 de enero la Audiencia Nacional absolvía a los antiguos directivos de Abengoa por el cobro de indemnizaciones millonarias cuando la compañía atravesaba serias dificultades financieras1. El ministerio pedía cuatro años de cárcel y la devolución de los 11,5 y 4,5 millones de euros por parte del ex presidente Felipe Benjumea y del ex consejero delegado Manuel Sánchez Ortega, respectivamente, acusándolos de administración desleal.

Abengoa es una empresa multinacional española dedicada principalmente al sector de las energías renovables. Fue cofundada en los años cuarenta por Javier Benjumea y durante gran parte de su historia tuvo un carácter familiar. Su ritmo de crecimiento y su presencia internacional se incrementaron durante los años 90, cuando empezó a cotizar en bolsa. En el año 2008 pasaría a formar parte del Ibex 35.

Los problemas para la empresa comenzaron en 2014, cuando la agencia de calificaciones Fitch publicó un informe en el que afirmaba que su endeudamiento era mucho mayor del indicado en sus cuentas2. Inmediatamente, la cotización de sus acciones inició un fuerte descenso que, a raíz de las dificultades para pagar la deuda y la consecuente reestructuración de capital, ha llevado a su desplome.

Cotización de las acciones de Abengoa en los últimos años. Fuente: infobolsa
 
La dirección de Felipe Benjumea fue considerada uno de los factores desencadenantes de la situación actual3. Concretamente, se le acusa de promover la expansión de la compañía a toda costa y de ignorar ampliaciones de capital a favor de la emisión de deuda, con el objetivo de evitar tener que compartir el poder. De hecho, sería el impedimento de una ampliación apoyada por el principal accionista (el banco Santander) lo que llevaría a su destitución y al cobro de la criticada indemnización.

A este respecto, la Audiencia concluyó que ni el establecimiento de su cuantía ni la salida de Benjumea de Abengoa fueron llevados a cabo con dolo para obtener un beneficio personal en detrimento de la empresa, y que además se ajusta a lo establecido en la Ley de Sociedades de Capital. Nosotros no discutimos su veredicto, pero queremos recalcar el hecho de “el que algo sea legal no implica que sea ético”. Veamos por qué es así en este caso.

En el mundo de las finanzas, el papel que juegan los directivos es descrito mediante la denominada teoría de la agencia4, que estudia las implicaciones y costes que tienen las relaciones entre grupos de interés o partícipes, en las que un principal (en este caso, los accionistas) es representado por un agente (los directivos). El objetivo de los accionistas, maximizar el valor de la empresa, es a menudo considerado el óptimo para los distintos stakeholders dado el carácter residual del dividendo para los accionistas, es decir que, solo cuando la empresa haya hecho frente a todos sus compromisos con el resto de partícipes, el beneficio restante podrá ser repartido entre los accionistas.

El problema surge cuando los directivos, que tienen sus propios intereses (por ejemplo, percibir un salario alto), realizan acciones que no son óptimas para beneficiarse a sí mismos. En el caso de Abengoa, la mala gestión llevó a que los accionistas perdieran el 95% de su inversión, los acreedores tuviesen que establecer quitas para poder cobrar y muchos empleados fuesen despedidos5.

Además de los accionistas, otros grupos de interés que intervienen en una empresa pueden salir perjudicados. En el caso de Abengoa, una empresa dedicada a las energías renovables, su caída en parte nos perjudica a todos los interesados en estas fuentes alternativas. Los directores de la empresa, que han salido de ella millonarios, no tuvieron en cuenta estas consideraciones a la hora de actuar. Y al fin y al cabo, en cuestiones de ética, no es solo lo que hacemos, sino también lo que no hacemos.


Número de trabajadores de Abengoa en los últimos años. Fuente: El País
Lo verdaderamente preocupante es que el caso de Abengoa no es un caso aislado. Seguramente leyendo este caso nos acordamos de algún otro como Gowex o Enron. En algunos se establece que hay fraude legal y en otros no, pero en cualquier caso son muchos los afectados por la falta de consideración ética en las actuaciones empresariales y que al final nunca son recompensados.

Con todo esto, no quiero condenar a los directivos de Abengoa. Es un caso complicado donde intervienen muchas partes. Lo que quiero concluir con todo esto es que se le debería dar más importancia a la ética dentro del mundo de los negocios, lo cual en mi opinión debería reflejarse en los tribunales.


Referencias:
1 Pérez, Fernando J. (2018); La Audiencia Nacional absuelve a la excúpula de Abengoa por el cobro de indemnizaciones millonarias; El País; Obtenido de: <https://elpais.com/economia/2018/01/12/actualidad/1515749820_093849.html>
2 Viaña, Daniel (2015); Cómo perdió Abengoa el 95% de su valor; El Mundo; Obtenido de: <http://www.elmundo.es/economia/2015/11/27/56576207268e3e913f8b4631.html>
3 Martín-Arroyo, Javier (2017); El ascenso y la pesadilla de Abengoa: la obsesión de poder que llevó a la empresa al abismo; El País; Obtenido de: < https://elpais.com/economia/2017/10/12/actualidad/1507810483_442038.html?rel=str_articulo#1515786933873>
4 Mascareñas, Juan (2015); Contratos financieros principal-agente; Universidad Complutense de Madrid; ISSN: 1988-1878
5 Bayona, Eduardo (2018); Abengoa, cuando la ley ampara “exprimir” una empresa esquilmada; publico.es; Obtenido de: <http://www.eleconomista.es/economia/noticias/8864122/01/18/Perjudicados-por-abengoa-lamentan-que-la-justicia-permita-cobrar-indemnizaciones-aunque-se-desplomen-las-companias.html>
http://www.infobolsa.es/news/detail?key=20170508363485&source=EI_ULTIMAS

 

domingo, 11 de febrero de 2018

Cuando no ocurre nada, pero sí pasa algo en el mercado financiero

Por Estefanía Acuña García



Sin querer entrar en la legitimidad o ilegitimidad del referéndum celebrado en Cataluña el 1 de octubre, o de la “no” declaración de independencia posterior, de lo que quiero hablaros es de las consecuencias económicas que esta acción ha tenido en el sistema económico español y catalán. Realmente podríamos decir que no hace falta que ocurra nada, con que se piense que va a ocurrir ya se pueden producir cambios sustanciales en la economía del país.

Esto es lo que ha ocurrido con Cataluña, solo un día después de la “no-declaración” de independencia se produjo una salida de 212 empresas que abandonaron su domicilio social que hasta la fecha se encontraba en Cataluña. Entre los datos más recientes se calcula que cerca de 3.000 empresas han trasladado su sede social de Cataluña a otra parte de España. El día de mayor salida se produjo el 19 de octubre, donde 268 empresas decidieron abandonar Cataluña debido al miedo y la inestabilidad del sistema económico.

Esta desbandada de empresas no solo afecta a las grandes multinacionales; muchas pymes también decidieron seguir este camino por la fuerte fuga de capitales que se estaba produciendo. Pese a que posteriormente se frenó el número de empresas que siguieron trasladando su sede social fuera de Cataluña, el daño ya está hecho.

Reconozco que al día siguiente de que Puigdemont declarase (y suspendiese al momento) la independencia yo fui de los que retiraron el dinero que tenía en un banco catalán. Muchos teníamos miedo de perder nuestro dinero. En ese momento, en España empezó a oírse una palabra que parecía tan lejana como increíble en España, pero que cobraba sentido. Teníamos miedo de que pudiese ocurrir un “corralito”, como ya ocurrió en países como Argentina, y quedarnos sin nuestro dinero. ¿Qué ocurrió en aquel país para llegar a esa situación? En 2001 la grave crisis de deuda provocado por una política de sobreendeudamiento provocó una falta de liquidez y una masiva fuga de capitales, que generó una falta de confianza en las entidades por parte de los ciudadanos. Se anunciaron restricciones a la hora de retirar el dinero de cuentas corrientes y cajas de ahorro, y se produjo el cierre bancario. El pánico y el caos estaba servido.  Hubo manifestaciones y disturbios por todo el país que desgraciadamente se saldaron varias vidas. El miedo a que esto ocurriera en España llevó a los bancos a cambiar su sede social. Banco como La Caixa o Sabadell, aprobaron en sus juntas generales celebradas entre el día del referéndum y la declaración-con-suspensión de independencia, cambiar el domicilio social: antes de que nada ocurriese.

El miedo provocó una fuerte caída de las cotizaciones de ambos bancos en bolsa. Pero no solo los ciudadanos de a pie corrieron a retirar su dinero de los bancos, también lo hicieron empresas y organismos que tenían su tesorería en estas entidades. Los bancos no daban cifras y aseguraban que no habían sufrido ningún movimiento de capital importante. Justificaban el cambio de la sede social de las empresas por motivos de prudencia y para devolver la tranquilidad a sus clientes. El que sí se pronunció sobre tema fue el BCE, que confirmaba la alarma ante los “importantes movimientos de dinero” que producían los traslados de sedes empresariales. En definitiva, la desconfianza en la banca por parte de los clientes era en parte fundamentada y en parte no. A día de hoy no ha ocurrido políticamente nada, Cataluña sigue perteneciendo a España, la situación se ha tranquilizado y las aguas han vuelto a su cauce.

Lo que quiero transmitir es que no hace falta que ocurra nada para que se produzcan cambios en el mercado financiero; basta con que los actores piensen que va a ocurrir, para tomar sus decisiones y arriesgar -o mantener a salvo- su capital. El simple hecho de pensar que va a ocurrir algo, ya genera que algo ocurra. Como cuentan los cómicos británicos John Bird y John Fortune en su famoso sketch sobre las hipotecas subprime, el mercado está dirigido por sentimientos, y estos sentimientos son los que guían a los actores en la toma de decisiones, muchas veces volátiles, precipitadas y erradas, y pocas veces certeras.